Burrito con extra de jalapeños

Señores y señoras, con el mundial la cosa está que trina –picante, picante, diría menda. Trinan en los bares, en los laburos y hasta por las esquinas. Un montón de friquis con título oficial ametrallan tus neuronas con la roja. Son fanáticos de otro percal, por suerte, persiguiendo la pelota sin fijarse en nuestras tapias.

Pero vayamos juntitos al grano y dejemos los calores de estas noches estivales para momentos más pelotudos y menos futbolísticos. Andaba yo caliente y reíase la gente, cuando un colega de cuyo nombre no quiero acordarme me contaba el otro día otra historieta digna de aquellos Encuentros en la tercera fase reídos recientemente en estas páginas.

Habiéndose propuesto el tío atacar la Paret dels Diables aprovechando que con aquello de tanto techo no se mojaría ni una gota, encaminábase el descreído hacia la tapia, dispuesto a pegarle un segundo repaso, esta vez solo-solito, a la clásica de la tapia, la fantástica Sánchez-Martínez.

Racanear es casi siempre de tontos, pués pagas con las consecuencias de ese instante de brillante racanismo. Luego siembras lo que recoges y cagas lo que has jalado; de modo que si después de un burrito con extra de jalapeños te pica el japo, no te quejes y sonríele a la vida que por algo es tan cortita.

Sea como fuere y perdónenme sus señorías por tanto rollaco ajilipollao, el tal tío escalaba danzarín los ciento y algo metros del purete adosado de la Sánchez mientras negrísimas nubes asomaban a lomos del mestral, por encima de los endemoniados Diables con ganas de montarse una fiesta del cagarse, precisamente ese día y en ese instante.

Sin embargo, el amigo Murphy no hizo acto de presencia en la cima del puro. Prefirió esperar justo a la entrada de ese increíble diedro atechado de rojo que inaugura la segunda mitad de la vía. Se trataba de eso, de empezar a descargar los treinta litros por metro cuadrado justo en el instante en el que nuestro aguerrido friqui de turno asomaba la cabeza por la esquina del techaco.

Y el friqui esperó y desesperó, esa ya desastrosa jornada, hasta que un par de relámpagos le invitaron a rendirse sin más remedio que tener que medio-deshacer los largos de flanqueo "casi" pasito a pasito, pués el racanismo anteriormente mencionado venía a cuento, ya que consistió en dejar en casa la cuerda auxiliar, por aquello de que pesan mucho una 10 y medio y una 8, metidas juntitas en la mochila.

Pero el friquismo del colega no va ni de equipos con una buena delantera ni de descensos festivos a base de lazadas de treinta en medio de la lluvia.

No. Lo sorprendente pillo al hombre a pié de vía cuando, al inciar el último ràpel, desde la impresionante encina que es la R1 de la vía, vió colgando de otro árbol una cinta enterita, con sus dos mosquetones brillando al viento.

Sin más dilación y aprovechando que el hijo-puta de Murphy optó por cortar el grifo justo en el instante en el que nuestro amigo puso el pié en el suelo, el tío ni se quitó el arnés, y en una escalada delicada sobre terreno un tanto astilloso, escaló los veinte metros de arbolito que le separaban de ese su regalo caído del cielo no se sabe ni cómo ni cuándo. Escalada arborea para cortar por lo sano con el mal rollo, decía el tío. Y es que de lo que se come se caga.

3 garlantes:

marsi { 23/6/10 11:47 }
Els merletillos del principi, lu millor del post!
Anònim { 3/7/10 01:03 }
A parte de los merletillos de la foto, me quedo con el disco del Biafra, Ah, entretenido e hilarante texto también...blogs así molan.
Bullarolas { 15/7/10 19:19 }
Gràcies;)
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