De prados y trenecitos

Hubo un tiempo en el que ese prado que languidece debajo de la Paret de Catalunya era algo así como lo que se ve en la foto. Flores por doquier, hasta donde se perdía la vista. Una explosión primaveral de esas que duelen más de lo que satisfacen (¿me copian, señores?).

Era, en definitiva, un sitio tremendamente sugerente. Podías acampar, pasar allí unos días escudriñando a todas horas la locura que ibas a escalar al día siguiente, obsesionado. O quizá escudriñabas lo que tenías pendiente para otras acampadas... Perfectas playas fosilzadas, diedros y techos y chimeneas crocanti. O quizá escudriñabas lo que ya intuías que te quedaría pendiente para siempre.

Hubo un tiempo en el que Montrebei nos regalaba el Prat de Sant Llorenç. Luego vinieron los tractores. Roturaron hasta la pista y limpiaron el lugar. Aquel prado volvió durante unas temporadas a ser sembrado. Con los coches ya no había modo alguno de llegar y el paller acogió fiestas míticas –unas más míticas que otras. Hubo de todo, des de chili con carne y picante jalapeño, hasta la mouse de fresa más suave que puedas imaginar. Todo, bajo ese cielo de miedo que tienen las noches del Montsec.

Pasaron los años y el prado terminó por abrirse de nuevo. Sin embargo, aquello ya no era un prado, era una plaza. Una plaza pública siempre en marcha. Los que se han dado cita últimamente en ella lo saben. No puede ser mítico por reciente, pero con los años, algunos –los que han estado–, lo recordaran como se recuerda todavía hoy aquella paella en la Feixa de la que cuentan, algunos veteranos, que fue mítica –los que estuvieron, que no es mi caso.

Ara nos dicen que habrá que pagar. Dicen que han puesto una barrera. Quizá quieren que sea definitiva, y el día que todo eso se convierta en Parque Nacional quizá lo conseguirán.

Oponerse al progreso es una batalla perdida, aunque nos pesa y nos duele en extremo a muchos. Lo que habrá que desear es que quién lo tenga que decidir entienda que la escalada y la explotación de un parque nacional no tienen porqué estar reñidas sino al revés. Que entienda que se complementan. Porqué hay lugares en el mundo en los que los turistas van a ver cuatro cosas terriblemente rentables: los árboles, las cascadas, las paredes y a los escaladores. Todo eso, claro está, desde un trenecito movido con energía solar.

Ese día, nos reglarán de nuevo el Prat de Sant Llorenç.

4 garlantes:

Josep Barberà. { 11/5/09 18:28 }
Ets un maestro...
en Girbén { 12/5/09 13:48 }
La llei de les arcàdies pronostica que aquestes s'esllangueixen en una raò proporcionalment inversa a la seva potència; és a dir: com més intens sigui un paradís abans és cuidaràn de fotren-se'l.
He de dir que no sóc un home de sort, mai he coincidit al Prat de Montrebei amb les magnífiques mosses que tu hi has sabut encertar. Tot i que se les vegi meditatives -i de motius en tenen prous com bé exposes-, tenen un no sé què que promet festa grossa. Si mai les retrobessis, si us plau: avisa'ns.
Bullarolas { 13/5/09 13:16 }
Gràcies Josep... la veritat és que les muses de la foto em van inspirar... i és que el Prat recorda al de Sant Llorenç!!!

Excepte per les mosses, Girben, que formen part més aviat de la meva imaginació i no tant de la realitat. Tot i que mai se sap...

No en tingueu cap dubte. Senyors, en el cas de trobar-les miraria de fer-ne una crònica a temps real.. no fos cas que arribéssiu tard a la festa.
TRanki { 13/5/09 14:53 }
Acaparador...!

;P

Com sempre reflexions molt reflexionades...
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