Paguen y vean

"Tarde o temprano les llega la hora a todas las clásicas". Esto pensará más de uno, sobretodo más algunos que los demás, cuando se enteren del retro-equipamiento de la Normal del Everest. Sí, señores. No es fantasía, es actualidad.

Un grupo de sherpas de altura, o lo que en el mundo de la escalada comercial de hoy en día son los guías de montaña de la Chamonix de principios de siglo XX, han limpiado de cuerdas fijas las bandas de roca amarilla por debajo del collado sur y lo mismo han hecho en el escalón Hillary, a pocos metros de la cima más alta del planeta. Hasta aquí, ninguna novedad. Con un ejército de alpinistas –profesionales y no tan profesionales– pasando por allí –a la foto me remito– más vale que de vez en cuando alguién limpie de mierda la zona. Y qué mejor que lo hagan los que han convertido el Valle del silencio en su lugar de trabajo.

La novedad, o sea, el titular, es que en las bandas amarillas han colocado bolts y lanzado al vacío todo lo que les parecía suelto.

No es que esté en contra de cuatro bolts, de unas buenas cuerdas y de una limpieza a fondo de la poca roca que hay en la Normal del Everest. Existen un montón de montañas en el planeta que ya han sido hiper-equipadas antes. El objetivo es profesionalizar e incrementar ese turismo alpino que, aunque a veces pensemos que es reciente, tiene ya casi más de cién años. Hay montañas que se convierten en destino turístico. Al Everest le ha tocado ahora, como al Montblanc, al Cervino, al Kilimanjaro y a otras muchas de las joyas de la "corona" en otros tiempos. Ahora es el momento de la Everest-manía.

Y pese a que entre los 5.000 y los 8.850 metros la cosa no debe ser nada fácil, hay que empezar a pensar en ofrecer ciertas facilidades a los turistas. Porqué mucho dinero –65.000 dólares por subirte a la cumbre– cierto es que debiera traducirse en más seguridad, pero también en más servicios. Entiendase con eso, buenos refugios en lo que ahora son los campos, cuerdas fijas de grosor y calidad en todas las zonas "duras" de la ruta y un servicio de rescate profesional, con algún buen hospital de campaña –porqué no desearlo.

De hecho, mi ignorancia aquí puede que sea flamante, me acabo de enterar de que el mismo equipo de sherpas tiene previsto darle a la cuerda fija des del Campo 3 hasta la cumbre de forma non-stop con el objetivo de subir hasta allá a un equipo de ilusionadísimos alpinistas con capacidad, no de buscarse la vida en el Everest, sino de desenbolsar la cantidad antes mencionada. Y cuando dicen la cumbre, se refieren a la misma cumbre, ni un metro más, ni un metro menos.

Señores. Ese parece ser el futuro en la mayoría de las normales de los ochomiles considerados “aptos” para los turistas. Paguen y vean.

Essències montserratines VI

Paret dels Patriarques, via Alfanhui

"Industrias y andanzas de Alfanhui" és una novel·leta fantàstica escrita el 1951 per Rafel Sánchez Ferlosio. En els anys més foscos de l’espanya franquista, quan la Falange ja no era la predilecta de Franco i els tecnòcrates de l’Opus Dei anaven ocupant la majoria dels ministeris del règim, Sánchez Ferlosio es va atrevir amb aquest conte màgic que narra la història d’Alfanhui, un nen que un dia escriu un alfabet inintel·ligible i decideix deixar d’anar a l’escola. Decideix prendre per ell mateix les decisions que afecten la seva vida, sense comptar amb els adults, construïnt una realitat màgica al seu voltant.

L’Antonio García Picazo es va reservar aquest secret a Las más bellas ascensiones. De fet, li hauríem de preguntar si la novel·la de Ferlosio té alguna cosa a veure amb aquest esperó aeri, màgic i pulcre que és la verticalíssima via Alfanhui.

Una restauració exemplar

L’essència d’avui és una de les moltes restauracions exemplars que proliferen a Montserrat i a moltes altres tàpies del país. La majoria, però, passen desapercebudes, tot i ser apreciades pels escaladors que els escalen. Passen desapercebudes, tot i que farien justícia a la professió de “reequipador”, molt malmesa per gent sense escrúpols i amb molta facilitat per disparar parabolts amb el trepant.

Alguns pensareu que em contradic. Potser sí; però és absolutament cert que l’Alfanhui necessitava una restauració. A la meitat del tercer llarg, per exemple, una desena de metres que originàriament s’escalaven amb alguna punta de clau, potser algun ganxo i segurament amb algun plom (A2), s’ha acabat convertint en una potent sortida en lliure (li posem 6a?). Hi ha canto, però et deixa col·locat en una posició estranyíssima que t’obliga a fer un canvi de mans per arribar a caçar un pitó, uns metres més amunt. Amb als tascons i els friends allà no hi fas res i a les guies no hi diu res.

Quan ets allà, o te la jugues o baixes. I després que un munt de cordades decidissin jugar-se-la, el resultat van ser els dos últims burils de l’Ae, abans de la sortida en lliure, petats. Algú hi va deixar un plom. Més tard, una cordada preprada, ja, amb l’espitador, conscient, segurament, que el pas era cada vegada més complicat, hi va emplaçar un espit.

En la restauració actual, que alterna parabolts amb l’equipament original respectant en la mesura del possible l’essència buscada en la primera ascensió, hi han emplaçat un parabolt. Caure ja no fa tanta cagarel·la i això, després de pensar-t-ho un parell de vegades, convida a tirar milles fins al pitó salvador.

La resta, un passeig radicalment disfrutón. Una bavaressa per somiar i una aresta finíssima esquitxada de passos de violí suspesos sobre el buit interminable.

Ressenya de la via Alfanhui (ED-, A2, 230 mts.), al Serrat dels Patriarques

Clica per veure'n una altra, més complerta.

De prados y trenecitos

Hubo un tiempo en el que ese prado que languidece debajo de la Paret de Catalunya era algo así como lo que se ve en la foto. Flores por doquier, hasta donde se perdía la vista. Una explosión primaveral de esas que duelen más de lo que satisfacen (¿me copian, señores?).

Era, en definitiva, un sitio tremendamente sugerente. Podías acampar, pasar allí unos días escudriñando a todas horas la locura que ibas a escalar al día siguiente, obsesionado. O quizá escudriñabas lo que tenías pendiente para otras acampadas... Perfectas playas fosilzadas, diedros y techos y chimeneas crocanti. O quizá escudriñabas lo que ya intuías que te quedaría pendiente para siempre.

Hubo un tiempo en el que Montrebei nos regalaba el Prat de Sant Llorenç. Luego vinieron los tractores. Roturaron hasta la pista y limpiaron el lugar. Aquel prado volvió durante unas temporadas a ser sembrado. Con los coches ya no había modo alguno de llegar y el paller acogió fiestas míticas –unas más míticas que otras. Hubo de todo, des de chili con carne y picante jalapeño, hasta la mouse de fresa más suave que puedas imaginar. Todo, bajo ese cielo de miedo que tienen las noches del Montsec.

Pasaron los años y el prado terminó por abrirse de nuevo. Sin embargo, aquello ya no era un prado, era una plaza. Una plaza pública siempre en marcha. Los que se han dado cita últimamente en ella lo saben. No puede ser mítico por reciente, pero con los años, algunos –los que han estado–, lo recordaran como se recuerda todavía hoy aquella paella en la Feixa de la que cuentan, algunos veteranos, que fue mítica –los que estuvieron, que no es mi caso.

Ara nos dicen que habrá que pagar. Dicen que han puesto una barrera. Quizá quieren que sea definitiva, y el día que todo eso se convierta en Parque Nacional quizá lo conseguirán.

Oponerse al progreso es una batalla perdida, aunque nos pesa y nos duele en extremo a muchos. Lo que habrá que desear es que quién lo tenga que decidir entienda que la escalada y la explotación de un parque nacional no tienen porqué estar reñidas sino al revés. Que entienda que se complementan. Porqué hay lugares en el mundo en los que los turistas van a ver cuatro cosas terriblemente rentables: los árboles, las cascadas, las paredes y a los escaladores. Todo eso, claro está, desde un trenecito movido con energía solar.

Ese día, nos reglarán de nuevo el Prat de Sant Llorenç.

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