Caca tutti-plén no es nada del otro mundo
by Bullarolas
Preparando un artículo sobre ese rincón secreto para la escalada que es el circ de Colomers, ambiente alpino sin mucho compromiso ni dificultades exageradas, delícia oculta con caminatas del diez y algún que otro bombón en cuanto a roca se refiere, abro la caja de las sorpresas. Cién cajetillas de diapos, rémora del pasado de muchos escaladores, de cuando no existían cámaras digitales y tenías que montar un tinglado de ca-li-canto para ver cuatro fotiquis chulas de batallitas y “demases” con los compis. No encuentro casi nada. El destino –en català, puedes llamarlo “el fat”, y no es que tenga nada que ver con ser gordo en London, pero a veces, sí, resulta ser algo gordo, el destino– no sé porqué casi nunca quiso que arrastráramos la cámara a través de los diedros y las chimeneas de Colomers.
“Morriña”
Lo que sí que encuentro en esa caja de sorpresas, maravillado y, porqué no reconocerlo, sintiéndolo con cierta “morriña”, es una cajetilla llena de diapos de una primera que con los años ha ido dejando un poso que regresa insistente desde algún rincón entre un montón de recuerdos de vías y aventurillas varias.
Abro la cajetilla, monto el proyector y visiono unas veinte diapos de lo que fueron cuatro días y tres noches de big-wall en la norte de Roca Narieda. La vía, Escatològica. Así la llamamos al principio, aunque en el bar, al hacer la reseña le quedó algo así com “sca-to-lítica”. Sea como fuere, el grado, MD+, A3+. La escalada, un disfrute colosal, con los pitones entrando a caldo en agujeros absolutamente inverosímiles, con un uso mínimo de la expansión, no por hacerlo difícil, sino por aquello de que siempre terminábamos los largos sin haber tenido que pensar en sacar el espitador.
Una placa gris perla interminablemente lisa, sin apenas una gota de sol en todo el año, sin siquiera un desplome, noventa grados constantes de artificial absolutamente genial.
((Paréntesis y tal : Lo de hoy va de márketing, a pesar de que la cosa, la archivo en Batallitas. Me parece una pena que esté ahí, abandonada, o sea que se buscan voluntarios para darse un garbeo por ahí este verano;)).
Ocho furullos
Era nuestra primera salida con hamaca. No sé dónde la había conseguido Mariona. Sin embargo, el trasto, imposible de montar sin tener que sacar el martillo y acabar de mala leche, nos ofreció unos bibacs cap-i-cua formidables. El primero lo montamos ya en la primera role –alma de cántaro, que decía aquel–, después de una tarde de, viéndolo con la perspectiva de los años, algo más que A3. Treinta metros que se curró Mariona, a ras de suelo, a base de ganchos, mini-puentes de roca, algún matojo de no me mires que no respondo y algun que otro clavo.
No obstante, y a pesar de ir creyendo que habíamos pensado en todo, nadie cayó en la cuenta de que cuatro días podían significar tranquilamente ocho furullos. Y las previsiones se quedaron cortas. Caca tutti-plén a presión desde unas barrigas castigadas por alguna cosa que supongo que comimos justo antes de liarla en ese mar de roca perfectamente vertical que es la norte de Narieda . Una sábana de calcarea pulida por la lluvia, como puesta a secar al sol en una tarde de primavera –ahí va más márketing del bueno.
A la derecha de la Pacnopot, habíamos intuido una fisura tipo Pisuerga, de esas que aparecen y desaparecen como quién no quiere la cosa. Resultó ser una línia amable y la progresión, aunque lenta, no nos supuso ninguna complicación. Las expansiones quedaron para las reuniones. Un espit por role. No fue por vacilar, teniendo en cuenta que en cada una y sin excepción se podían meter hasta el ojo unos cinco pitones de media.
Nota del autor: en la hamaca de la foto, comprada de segunda mano a JOM, dormimos Mariona y menda las tres noches, capicuados e increiblemente cómodos... Es lo que tiene la ilusión de la primera vez.
Fritanga de huevos en cadena
Unos años después, o quizá sólo fueran unos meses, Teixi, durante un stage d’esos, nos hizo ver que quizá la cosa era algo más. Nos contó que alguien, ahora no recuerdo el nombre del tipo aunque seguramente era Vilarassau, había arrancado todos los pitones de uno de los largos durante una primera, unos metros más a la derecha. “A veces te puede parecer un A1, pero a la hora de la verdad a lo mejor no lo es”, dijo mientras nos zampábamos los huevos fritos que Eva Ibarrola freía en cadena en los prados de Ailefroide, después de alguna de las alpinadas tamaño king-size que nos marcamos esos días, eufóricos por eso de escalar becados y en grupo.
Más de uno arriesgó demasiado y abundaron los rescates. Al final, los GRAE gabatxos se reían de nosotros. A un grupo encabezado por Karki –tiene delito porqué él iba de monitor– les sacaron de la norte del Pelvoux despúes de dos días perdidos. Nos seguían en la clásica de la oeste, pero en las placas de quinto dónde de forma inverosímil, la escalada se decanta hacia la derecha, ellos decidieron que los diedros de la izquierda parecían más fáciles. Tiene delito.
De momento bién
Total que, consciente de que me estoy perdiendo a lo Karki en la norte del Pelvoux, Eva freía los huevos en serie y Teixi nos contaba esa batallita de Vilarassau, mientras uno de los gabatxos, des de su furgo, de vuelta a casa, saludaba a Karki y al resto de bous perdidos in the north face.
Pero, aparquemos el hambre para otro rato y volvamos a Narieda. Pregunté hace un año en el foro de Cara Norte. Me consta que Tranki la intentó. Si alguién ha estado en todas partes es él. Del octavo al A5 (si m'he passau de llarg, em corregeixes). La monda lironda, desde mi punto de vista.
Como en casa
Tres hollydays con aquella sensación única que te aporta el bis-wol. Aquello de que estás como en casa. Con tus cuerdas, las poleas y el tinglado padre. Mándame eso, reenvíame aquello, pon la cinta esa, quiero raviolli, pués yo un caramelo... Lo de menos es estar encima de los estribos, aunque sea radicalmente eso, lo que te mueve a estar ahí. Cuatro larguitos no excesivamente comprometidos y llegamos hasta el jardín colgado dónde la Pacnopot propone un bibac.
Desde allí la tónica de la escalada tenía que cambiar del artificial al libre “sabinero”, en una supuesta diagonal de otros cuatro largos hacia la derecha, por encima del gran techo de la Sánchez. Sin embargo la cosa se quedó ahí. El puente de aquel uno de mayo se terminaba y en Barcelona nos esperaban compromisos rutinarios, de esos que no fotografias y no recuerdas jamás.
Suavemente
Dormimos nuestra útlima noche en Narieda. En el pueblecito de abajo, justo despúes del alba, un camión de la cooperativa Cadí recogía la leche como cada mañana. Desayunamos entre risas y montamos lo mejor que supimos el petate. Lo descolgamos con la estática de cincuenta metros que llevábamos hasta agotar la cuerda. Un instante de silencio, una mirada cómplice a Mariona y dejé que la cuerda se escapara a través del ocho. Silencio. El petate descansaba ya a pié de vía, justo dónde empezamos, vertical, apoyado en la tapia como si lo hubiéramos dejado allí suavemente.
Escalamos dos o tres largos de salida de la Pacnopot. Abajo nos esperaban Eli y Joan. Habían subido a recogernos el petate y lo habían vuelto a bajar hasta el coche. Menuda suerte la nuestra. Luego, en el bar de Coll de Nargó –no sé si era exactamente ahí pero da igual–, dibujamos una reseña saboreando un plato combinado de butifarra, seques y patatas fritas. Tan contentos. “Algun día habrá que volver para rematar la faena, no?”, nos dijimos una y otra vez sin que la cosa haya ido a más, de momento.
1 garlantes:
Bona història fent salts en el temps.
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